martes, 4 de febrero de 2014

De Meliana a Madrid pasando por Soria y acabando en Salamanca: ¿Quién conoce a Abilio?



Esa noche como siempre el Ateneo comentaba las palabras llenas de brío y entusiasmo de Pablo Patricio, incluso Tomasa Teresa Callizo Calasparra esposa del Ministro dijo0 a todo aquel que la quisiera oír, que Pablo Patricio Bardavío era nuestro Karajan español y que no necesita ni batuta ni orquesta para afirmar que todo lo que él dice es cierto como que solo hay una verdad en la fe. Así era Teresa Callizo, desde los años del abono del teatro María Guerrero había sido muy dada a la intelectualidad, luego al casarse con el hoy ministro aunque fuera de Obras públicas, le daba ya mando en plaza para afirmar que Pablo Patricio era nuestro Olimpo en el mundo de la música.

Esa noche Pedro Pablo Bardavío había disertado sobre las sinfonías de Bethoven, sobre la escuela vienesa con profundo pesar en su rostro, se había lamentado de que España ese crisol de azul del mar y caminar del sol, forjado en los albores universales y en los dominios y las puestas del sol, atardeceres de grandeza y unidades de destino en lo universal, careciera de música clásica, sí, con voz desgarradora dijo. “España no tiene música clásica, la patria no tiene ese deleite del que si gozan los europeos, señores, España no ha sido bendecida con ese reparto, injusto a todas luces”

Algunos dicen hubo desmayos en la sala, que algún caballero sintió de repente ganas de matricular a su hijo a su nieto a su bastardo en el conservatorio más próximo ¡Que tragedia! La España de Juan de Austria, Isabel la Católica y Viriato (nadie ose decir que no es español) no tiene música clásica. Corrían las sales aumentaban los desmayos y es que cuando Pablo Patricio asevera, la Cibeles tiembla.

Ni que decir tiene que la velada era de rigurosa etiqueta, lo más in de Madrid acudía a la llamada de las sabias palabras de don Pablo Patricio, allí esposas de ministros, directores generales, clero de alto rango, nobleza y algún acompañante de provincias cuyo pariente instalado en la corte y villa o Villa y Corte (creo que Villa juega en un equipo de la corte) quería deslumbrar con estos encuentros.

Este era el caso de Abilio Maluenda Torrelapaja, primo hermano de Consolación Gil Juberias, que a su vez era esposa del muy importante Director General de Transportes por Carretera, Abilio estaba en Madrid pro un tema de herencias que beneficiaba a su prima, ambos naturales de Duruelo de la Sierra en la soriana provincia, resultando que Abilio Maluendfa Torrelapaja era el organista de la parroquial de este rincón soriano.

Y es que Abilio como buen soriano, no deja nada al desperdicio, terminada la disertación le dijo a su prima si podía intercambiar alguna palabra con don Pablo Patricio, a lo que Consolación encantada con las noticas que le había traído su primo desde el nacimiento del Duero acepto sin más dilación ¡Ay si consolación hubiera sabido! ¡Ay Ay ay! Faltaba por escribir que la vida te da sorpresas pero eso años más tarde. De momento en este Madrid de pose y boato aún no tocaba, y es que, Abilio, preguntó al preclaro disertador porque no consideraba música clásica a Barbieri, Bretón, Chapí, Falla, Granados, Turina, Guridi, Albéniz, Pedrell, Usandizaga o Vicente Martín Soler, Pedro Patricio con aire de cortesano, miro con fijeza al soriano, incluso se atrevió a cogerlo del hombro para decir sin titubear: “Esos que usted menta son musiquillos, entres sus notas no sacamos dos líneas que hagan algo decente” De tal rotundidad fueron sus palabras que algún subsecretario tubo intenciones de aplaudir pero se moderó, ya se daba la vuelta con rotundidad don Pedro Patricio, cuando Abilio que era de Soria y no dejaba nada al desperdicio le dijo. “usted sabrá mucho, no seré yo quien lo discuta pero le agradecería que me dijera porque no le gusta por ejemplo Martín Soler” Que Abilio hablara en tono de pregunta interrogó a la concurrencia. Pablo Patricio miró con desdén, con esa prepotencia que da el creerse uno y trino y afirmó ¿Quién es ese señor, vive?

Cierto es que Abilió no sabía que responder puesto que pensó que era en tono irónico la pregunta, pero más blanco se quedó cuando descubrió que no, que era cierto como que el roble es firme en los montes de su pueblo, Pablo Patricio no sabía quién era Vicenter Martín y Soler o como dirían en Valencia Vicent Martín i Soler y eso abrió las carnes de Ramoneta Tocino Benimaclet, esposa del Ministro de Marina y valenciana de Meliana, quien antes de que Pablo Patricio reaccionara, le dijo en valenciano de l’horta, aquello de que Martín i Soler era el Mozart valenciano ya se sabe los valencianos y sus comparativas peculiares ( Nino Bravo para ellos era el Tom Jones valenciano, Concha Piquer era la Betty Davis valenciana y que hace la ONU en Nueva York pudiendo estar en Valencia, con sus flores, su Turia de Plata y su Calatrava) Lo cierto es…… cierto como la vida misma, como, lo buenas que están las naranjas de Almenara, como, que cuando Francisco canta el himno, nadie lo canta mejor. Que allí comenzó el declive de Pablo Patricio, su castillo de naipes se vino abajo, ante los exabruptos de Ramoneta, cuyo padre había dirigido la banda de Almassera muchos años, pero muchos……….. por tanto todos decidieron leer ir a clases de adultos antes de que el minsitro de Educación que odiaba la educación las quitará, y Pablo Patricio fue expulsado de estas veladas, sin que se sepa a ciencia cierta a que se dedica ahora, varios dicen haberlo visto por las calle Fuencarral, mal vestido y en compañía de un tal Adri, pero son rumores.

Por su parte que es parte importante en toda esta historia, Abilio se volvió a Duruelo de Sierra donde siguió con sus aficiones musicales, sin ser muy consciente de la que había montado en Madrid, ya se sabe un soriano no deja nada al desperdicio. Así que años después cuando se inventó internet y Abilio ya no se llamaba Abilio por que se había muerto y su bisnieto Carlos salió del Armario en Duruelo de la Sierra y dijo que la música clásica no le gustaba nada pero que como buen castellano leonés y de la soriana provincia, se quedaba con Tomás Bretón que para eso era de Salamanca; y es que ya se sabe cambiaran las generaciones, vendrán unos y se irán otros pero un soriano no deja nada al desperdicio.
                                                                                                                                                          


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