Esa noche como siempre el Ateneo
comentaba las palabras llenas de brío y entusiasmo de Pablo Patricio, incluso Tomasa
Teresa Callizo Calasparra esposa del Ministro dijo0 a todo aquel que la
quisiera oír, que Pablo Patricio Bardavío era nuestro Karajan español y que no necesita
ni batuta ni orquesta para afirmar que todo lo que él dice es cierto como que
solo hay una verdad en la fe. Así era Teresa Callizo, desde los años del abono
del teatro María Guerrero había sido muy dada a la intelectualidad, luego al casarse
con el hoy ministro aunque fuera de Obras públicas, le daba ya mando en plaza
para afirmar que Pablo Patricio era nuestro Olimpo en el mundo de la música.
Esa noche Pedro Pablo Bardavío
había disertado sobre las sinfonías de Bethoven, sobre la escuela vienesa con
profundo pesar en su rostro, se había lamentado de que España ese crisol de
azul del mar y caminar del sol, forjado en los albores universales y en los
dominios y las puestas del sol, atardeceres de grandeza y unidades de destino
en lo universal, careciera de música clásica, sí, con voz desgarradora dijo. “España
no tiene música clásica, la patria no tiene ese deleite del que si gozan los
europeos, señores, España no ha sido bendecida con ese reparto, injusto a todas
luces”
Algunos dicen hubo desmayos en la
sala, que algún caballero sintió de repente ganas de matricular a su hijo a su
nieto a su bastardo en el conservatorio más próximo ¡Que tragedia! La España de
Juan de Austria, Isabel la Católica y Viriato (nadie ose decir que no es
español) no tiene música clásica. Corrían las sales aumentaban los desmayos y
es que cuando Pablo Patricio asevera, la Cibeles tiembla.
Ni que decir tiene que la velada
era de rigurosa etiqueta, lo más in de Madrid acudía a la llamada de las sabias
palabras de don Pablo Patricio, allí esposas de ministros, directores
generales, clero de alto rango, nobleza y algún acompañante de provincias cuyo
pariente instalado en la corte y villa o Villa y Corte (creo que Villa juega en
un equipo de la corte) quería deslumbrar con estos encuentros.
Este era el caso de Abilio
Maluenda Torrelapaja, primo hermano de Consolación Gil Juberias, que a su vez
era esposa del muy importante Director General de Transportes por Carretera,
Abilio estaba en Madrid pro un tema de herencias que beneficiaba a su prima,
ambos naturales de Duruelo de la Sierra en la soriana provincia, resultando que
Abilio Maluendfa Torrelapaja era el organista de la parroquial de este rincón
soriano.
Y es que Abilio como buen
soriano, no deja nada al desperdicio, terminada la disertación le dijo a su
prima si podía intercambiar alguna palabra con don Pablo Patricio, a lo que
Consolación encantada con las noticas que le había traído su primo desde el nacimiento
del Duero acepto sin más dilación ¡Ay si consolación hubiera sabido! ¡Ay Ay ay!
Faltaba por escribir que la vida te da sorpresas pero eso años más tarde. De
momento en este Madrid de pose y boato aún no tocaba, y es que, Abilio,
preguntó al preclaro disertador porque no consideraba música clásica a Barbieri,
Bretón, Chapí, Falla, Granados, Turina, Guridi, Albéniz, Pedrell, Usandizaga o
Vicente Martín Soler, Pedro Patricio con aire de cortesano, miro con fijeza al
soriano, incluso se atrevió a cogerlo del hombro para decir sin titubear: “Esos
que usted menta son musiquillos, entres sus notas no sacamos dos líneas que
hagan algo decente” De tal rotundidad fueron sus palabras que algún
subsecretario tubo intenciones de aplaudir pero se moderó, ya se daba la vuelta
con rotundidad don Pedro Patricio, cuando Abilio que era de Soria y no dejaba
nada al desperdicio le dijo. “usted sabrá mucho, no seré yo quien lo discuta
pero le agradecería que me dijera porque no le gusta por ejemplo Martín Soler”
Que Abilio hablara en tono de pregunta interrogó a la concurrencia. Pablo
Patricio miró con desdén, con esa prepotencia que da el creerse uno y trino y
afirmó ¿Quién es ese señor, vive?
Cierto es que Abilió no sabía que
responder puesto que pensó que era en tono irónico la pregunta, pero más blanco
se quedó cuando descubrió que no, que era cierto como que el roble es firme en
los montes de su pueblo, Pablo Patricio no sabía quién era Vicenter Martín y
Soler o como dirían en Valencia Vicent Martín i Soler y eso abrió las carnes de
Ramoneta Tocino Benimaclet, esposa del Ministro de Marina y valenciana de
Meliana, quien antes de que Pablo Patricio reaccionara, le dijo en valenciano
de l’horta, aquello de que Martín i Soler era el Mozart valenciano ya se sabe
los valencianos y sus comparativas peculiares ( Nino Bravo para ellos era el
Tom Jones valenciano, Concha Piquer era la Betty Davis valenciana y que hace la
ONU en Nueva York pudiendo estar en Valencia, con sus flores, su Turia de Plata
y su Calatrava) Lo cierto es…… cierto como la vida misma, como, lo buenas que
están las naranjas de Almenara, como, que cuando Francisco canta el himno,
nadie lo canta mejor. Que allí comenzó el declive de Pablo Patricio, su
castillo de naipes se vino abajo, ante los exabruptos de Ramoneta, cuyo padre
había dirigido la banda de Almassera muchos años, pero muchos……….. por tanto
todos decidieron leer ir a clases de adultos antes de que el minsitro de
Educación que odiaba la educación las quitará, y Pablo Patricio fue expulsado
de estas veladas, sin que se sepa a ciencia cierta a que se dedica ahora,
varios dicen haberlo visto por las calle Fuencarral, mal vestido y en compañía de
un tal Adri, pero son rumores.
Por su parte que es parte importante
en toda esta historia, Abilio se volvió a Duruelo de Sierra donde siguió con
sus aficiones musicales, sin ser muy consciente de la que había montado en
Madrid, ya se sabe un soriano no deja nada al desperdicio. Así que años después
cuando se inventó internet y Abilio ya no se llamaba Abilio por que se había
muerto y su bisnieto Carlos salió del Armario en Duruelo de la Sierra y dijo
que la música clásica no le gustaba nada pero que como buen castellano leonés y
de la soriana provincia, se quedaba con Tomás Bretón que para eso era de
Salamanca; y es que ya se sabe cambiaran las generaciones, vendrán unos y se
irán otros pero un soriano no deja nada al desperdicio.
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