Conocer a Narciso Andrés
en los entresijos de la noche, fue una de esas buenas noticias que bares,
tabernas y otros tablaos de vez en cuando regalan. Debo confesar que la primera
impresión de Narciso fue la misma que sigo teniendo ahora –cortico versus
torpe- pero un gran corazón; como dicen en no sé que parte de la misa “bondad
infinita” y eso hace que las condecoraciones que trae de serie se le perdonen o
pasen a tener importancia cero.
Narciso era un
personaje de esos cuentos de García Márquez, nacido y robustecido en el ámbito
rural, en ese pueblo de cierta y moderada prosperidad, que poco a poco veía
como la suerte de las cartas iba cambiando, hasta el punto de que cada vez que
salían bastos, lo oros se iban para no volver y las copas deprimían hasta a los
abstemios, las espadas seguían cantando el himno nacional. Ese pueblo compuesto
otrora de barrios; hasta cuatro. A saber: La Cañada ruin, Los Campos, La
Industrial y el Barrio de la Cuesta, bonito al bajarla y al subirla y la parte
noble del caserío, Zarza donde había comercio la gran Iglesia parroquial y el
Ayuntamiento.
Los años aquellos en
la prioridad latente de que todos debían estudiar, labrarse un porvenir lejos
de arado y sol de julio, de trilla y de ablentar la parva; comprar el futuro
con esas dos mil pesetas con la cara de Isabel y Fernando en ese billete en
cuyo reverso un águila bicéfala recuerda que “Por el imperio hasta el fin”.
Estudiar, estudiar y estudiar, para crearse un porvenir de cubata de Gordons en
lugar de Larios, de discoteca de pueblo grande frente al pequeño, un futuro de
modernidad con la consiguiente pregunta ¿Qué es la modernidad y donde se
compra? La respuesta de comadres era Zaragoza, siempre Zaragoza, conjugación
extraña esa de Zaragoza, la metrópoli rural, donde hay carreteros, curanderos,
ojalateros y también estaba yo (aunque no había nacido), pero Narciso entonces
era joven y no sabía que había todo eso en la conjugación llamada Zaragoza.
Ante todo Narciso
sigue siendo joven, lo que pasa que él no lo sabe, se olvida de lo aprendido
porque saber que amanece todos los días le pone nervioso, o le pone más
nervioso saber que aunque amanece no sabe bien qué hacer con ese tiempo. Ya no
se acuerda de la tabla periódica de elementos pero eso tampoco le hace falta,
lo que también ha olvidado son la correcta B y la correcta V, eso duele más a
la vista, pero Narciso no se da oportunidades de situarse en el escaparate de
la vida, es porque no tiene miedo a que el amanecer venga con malas
intenciones.
Luego tiene sus cosas
admirables, buen hijo, buen observador de esas cosas que el común de sus
paisanos de Zarza no ven ni aunque lo tengan delante. Sobre todo buen hijo y
eso me ha gustado siempre de Narciso, porque demuestra que un buen corazón sabe
cómo actuar y definir, él siempre actuó con corrección y con brillantez y eso
al final cuenta, o debería contar.
A Narciso digamos que
le ha pasado la vida por encima, que la mala entraña de los golfos que legislan
y se aprovechan de bondades infinitas como la suya (ya sé que me repito) lo han
dejado sin norte, claro está que Narciso lo del norte ya lo tenía justo, porque
pierde el tiempo en chorradas, yo creía que iba a hacer esos cursos de
informática…. pues no. Pensé que la escuela de adultos o cursos de ese tipo le
vendrían bien, no porque fuera a estas alturas a volver con lo de la tabla
periódica de elementos no, no y no….. era por si conocía gente y esa gente que
conoce a otra gente y que conjuga Zaragoza pues hace que encuentre la calle
correcta, pero Narciso es muy de su pueblo para eso y le cuesta pensar, eso
creo yo que es lo peor que tiene, que le cuesta pensar mucho, por otro lado es
desconfiado por naturaleza rural, ya se sabe: sí pero no, pero no, pero sí, Uy
no sé yo que eso es muy difícil.
Y todo esto nos lleva
a que cuando hay una luz, Narciso no la termina de reconocer, porque él se
queda más con el palo de la farola que con la bombilla, y eso no es criticable
porque un palo es un palo o le llamaremos poste que es más adecuado. Total que
si a Narciso le quitamos la tabla periódica de elementos, el credo, la
confesión y el respeto a la bandera, además del qué dirán, nos encontramos con
un buen tío que pasea por los cuatro barrios de su Zarza natal, pensando en
cosas bonitas, buscando caminos pero sin saber encontrarlos, leyendo alguna
cosa pero rompiendo la copa de cristal de Bohemia que le regalaron un invierno
de hace unos años, con su manía de hacer salvajadas con la B y dejar totalmente
marginada a la V.
Al final esto queda entre Narciso y yo, él se queja de que me aburre, y tiene razón, me aburre que tenga tan poca espenta, yo ya sé que me paso pero hay que darle a la rasmia sin parar, a la vida el pasado, ya le ha hecho lo suyo pero el presente tiene que ser una mirada desafiante y decir “te vas a enterar zaforas o tú o yo” con todo y con eso, hay cosas de Narciso que son muy buenas, pero el primero que tiene que conocerlas es él y tal vez entonces tenga su premio.
Al final esto queda entre Narciso y yo, él se queja de que me aburre, y tiene razón, me aburre que tenga tan poca espenta, yo ya sé que me paso pero hay que darle a la rasmia sin parar, a la vida el pasado, ya le ha hecho lo suyo pero el presente tiene que ser una mirada desafiante y decir “te vas a enterar zaforas o tú o yo” con todo y con eso, hay cosas de Narciso que son muy buenas, pero el primero que tiene que conocerlas es él y tal vez entonces tenga su premio.
La villa de Zarza de la que Narciso Andrés fue Alcalde,
está entre el Springfield de los Simpson y el Villar del Río de Berlanga y
Bardén. Lejos de todo y cerca de ninguna parte