martes, 27 de noviembre de 2012

LA DOLORES





Ópera en tres actos, basada en el drama del mismo título de Josep Feliú i Codina, letra y música de Tomás Bretón. Estrenada en el Teatro de la Zarzuela de Madrid el 16 de Marzo de 1895. La acción transcurre en Calatayud en algún momento de 1830.


Cuando en  1894 Tomás Bretón estrena en el teatro de la Zarzuela de Madrid la Ópera la Dolores, no pocas vicisitudes le han ocurrido con la que sin duda es la Ópera verista española por excelencia. De un lado el enfrentamiento con Emilio Arrieta compositor de la archiconocida Marina y el dominio que este tiene de la programación del Teatro Real, abocan a Bretón a estrenar la Ópera en el coliseo de la Zarzuela madrileña.

El compositor con La Dolores, continuaba su apuesta por la Ópera española, obras como Guzmán el Bueno, Los Amantes de Teruel, o  Garín de temática catalana estrenada en el Gran Teatre del Liceu, precedían a esta composición basada en la obra del catalán Feliú y Codina; una versión teatral sobre un romance que decía haber oído en Calatayud en un viaje de regreso a Barcelona desde Madrid y que había sido estrenada en 1891.

Es el propio Bretón quien adapta la obra al libreto de la Opera; la partitura de la Dolores presenta por una parte la apuesta por el verismo como formula operística alejándose Bretón del neo-romanticismo imperante en la Ópera italiana del momento y por otra una sutil influencia Wagneriana en la concepción del drama lirico con evocaciones que recuerdan al genial músico alemán.

En La Dolores Bretón acentúa los elementos populares, el rango principal de la obra es Dolores un chica que trabaja en la taberna, pero que se considera una mujer libre y presume de dicha libertad. Nada le ata es libre en sus movimientos en su sexualidad y en su forma de entender la vida en una sociedad rural en la que despierta deseos, los de Patricio el joven rico de la ciudad, también los de Celemín amigo de este y de buena posición social, el Sargento Rojas llegado con un destacamento y por último Lázaro, ahijado de la Tabernera ex-torero de baja estopa y ahora seminarista.

Es por ello que la trama de La Dolores se desarrolla en la plaza y en las calles de la Ciudad de Calatayud, al igual que Bizet y Merimé hicieran con Carmen y las calles de Sevilla o posteriormente Puccini hará con La Boheme en las calles de París. El otro personaje en discordia es Melchor, joven barbero de la ciudad con el que Dolores tuvo un romance y que será objeto de iras de los pretendientes, versa pues la Ópera sobre las pasiones que despierta una mujer libre, en una sociedad injusta y fea.

Teatro Real 2004 Gran Jota con la que concluye el primer acto, coreografía del bailarín aragonés Miguel Ángel Berna

Hasta aquí los hechos narrativos y literarios junto con el verismo como línea musical. En España la Ópera suscitó un gran debate en los años finales del siglo XIX, hasta hubo en los primeros del XX una interpelación parlamentaria sobre la llamada “Ópera nacional”; muchos compositores como Ruperto Chapí o Amadeo Vives consideraban que la Opera en España era la Zarzuela Grande, obras que tenían un tono más dramático y la duración de una Ópera es decir de dos a tres actos, vamos con dos bellos ejemplos La Tempestad de Chapí o La Villana de Amadeo Vives, ésta basada en Peribañez y el Comendador de Ocaña y en la que solo la declamación (parte hablada) es de 23 minutos en toda la representación. 

Es un debate interesante, el propio Chapí estrenaría en febrero 1909 en el Teatro Real Margarita la Tornera Ópera basada en la obra homónima de Zorrilla, Chapí moriría en Madrid un mes más tarde. Bretón que pese a ser un decidido compositor de Ópera es más conocido por su obra musical La Verbena de la Paloma, una pieza del llamado “Género Chico” busca más decididamente la Ópera cuya partitura guarde elementos de la música popular, en este sentido se convierte en un músico de corriente nacionalista al igual que Granados, Albeniz o el propio Falla, sin olvidar a grandes compositores como el propio Chapí, Vives o el gran Gerónimo Giménez, si en La Dolores Bretón introduce una gran jota, en Garín hizo lo propio con una Sardana.

En 2004, el Teatro Real de Madrid abrió su temporada de Ópera con La Dolores de Bretón, con la escenografía de Juan Carlos Plaza que dio un toque al maravilloso escenario del Real con cierto ambiente que evocaba desde Zuloaga y su pintura popular a la maestría vanguardista de Tapies y la no menos importante dirección musical de Antoni Ros Marbá sin duda un excelente director de orquesta -puedo decirlo en primera persona- y un conocedor de esta partitura a la que dio un sello de calidad y refinamiento indescriptible. Guardo un recuerdo imborrable de esa oportunidad de ver La Dolores en directo en un gran teatro de Ópera con la magnífica interpretación de la soprano portuguesa Elisabete Matos y la importante presencia del tenor mejicano Alfredo Portilla y el tenor Javier Alonso en los papeles de Lázaro y Celemín.

 Teatro Real 2004 Dúo de Lázaro (Alfredo Portilla) y Celemín (Javier Alonso)

Un dato, Bretón llevó la Ópera a París en 1902 y posteriormente la dirigió personalmente en el Teatro Colón de Buenos Aires. En 1923 fue de nuevo representada en el Teatro Real con el gran tenor aragonés Miguel Fleta y la soprano Ofelia Nieto. Me debía a mi mismo escribir en el Vampiro sobre esta Ópera, se lo debía a mi hermana que me lo ha pedido en multitud de ocasiones, a veces uno puede ser buen profesor de música y mal músico y a la inversa excelente músico y mal profesor, muchas veces calificar al profesor depende de que los alumnos tengan mucha verborrea y poco oído, para eso lo mejor es darse de baja e irse a sitios donde haya más oído y mejor acompañamiento. Con un instrumento para hacer un solo hay que intentar ser muy bueno y si estás solo es porque no eres bueno.

viernes, 9 de noviembre de 2012

A mí tía María Francisca, de su Diego


Aquel lunes Paquitín salió a la calle esplendida, era ese lunes tan deseado, un lunes principio del retorno a las buenas costumbres y al decoro, todo esto bullía en la cabeza de Paquitin. Una mujer de 57 años, de sólidos cardados, maquillaje oportuno y fiel creyente como todas las creyentes de su grupo de amigas, más de boquilla que otra cosa.

Y es que para Paquítn, la nueva etapa que se abría -definición que había escuchado por boca de su marido- le ilusionaba, era fácil de ilusionar Paquítn, había nacido en la vetusta ciudad de provincias y allí había estudiado con las monjas terciarias capuchinas de San Francisco. De aquella etapa los recuerdos no le son muy agradables, puesto que como ella decía constantemente, en la juventud se cometen errores ¡Menos mal! que siempre está la mano del Señor para salvar a un alma buena –la suya- del camino del mal.

Los errores a los que se refiere Paquitin, se corresponden a que durante su bachillerato mantuvo un noviazgo con un chico de la sierra, que estudiaba magisterio, en aquella época los maestros estaban mal vistos –poco sueldo- este tenía porte era guapo, instruido eso le llamaba la atención a Paquitín, por cierto de nombre María Francisca Ramo Maícas, pero desde pequeña le llamaban Paqutín,  quizás eso es lo que le tuvo que explicar a Ramiro su novio serrano cuando lo conoció estudiando segundo de bachiller en las admiradas monjas terciarias.

La familia de Paquitín no es que perteneciera al perfil más pudiente de la vetusta ciudad de provincias, de hecho su padre era ferroviario y su madre, dedicada a sus labores, había trabajado en la fonda de la estación sirviendo comidas. En la actualidad, Paquitin nunca menciona el pasado laboral de su padre, al que en algunos círculos de damas católicas había presentado de palabra como gerente de la Renfe y administrador de las estaciones de la línea de la Puebla de Hijar a Tortosa, cerrada en los años setenta. En fin, que el señor padre de Paquitin, en realidad se jubiló cambiando agujas en la estación de Caparrates y con gran contento, porque según se ha sabido, adoraba la naturaleza y sobre todo tenía afición a su huerto, que estaba justo detrás de la ínfima estación y eran incluso muy afamados en la vetusta ciudad de provincias sus cardos de nochebuena, que enterraba con oficio, para que las primeras heladas del invierno no los perdiera.

Así fueron pasando los años, y un buen día Paquitín conoció en una fiesta popular a Bernardo, dos años mayor que ella y estudiante de farmacia en Valencia, se daba la circunstancia de que el padre de Bernardo era el boticario de la calle Juan Bautista, por tanto cuando el chico acabara sus estudios se incorporaría a la Farmacia paterna, que a su vez ya poseía su abuelo también como él y su padre al igual Bernardo de nombre. Fue conocer al boticario y Paquitin, plantó a Ramiro y eso que de percha este era más buen mozo, ya que Bernardo era bajito y grueso y con unas gafas de graduación impresionante.

Y años más tarde Paquitín se convirtió en la boticaria y madre de un único vástago, de nuevo un Bernardo también boticario como su padre, abuelo y bisabuelo.  Es por eso que ese lunes para Paquitín era especial, todo volvía a la rectitud deseada, comentó con varias amigas de café con leche lo bueno que iba a ser todo a partir de ahora, lo primero que dijo es que era partidaria de que esos melenudos de la plaza fueran desalojados, que era una vergüenza para la ciudad, así como esa cantidad de mendigos que están en la calle Juan Bautista delante de su farmacia -que los detengan- afirmaba sin titubeos. La boticaria no entendía de mercados ni de agencias de calificación pero para ella, lo que había que hacer es echar a todos los inmigrantes y las mujeres a casa a sus labores, le insistía a su amiga Cuca soltera y digna, aunque las malas lenguas decían que estaba soltera porque para ella conde o nada y claro “condenada”.

Era el comienzo de una etapa gloriosa, de buenas costumbres, de respeto y calles limpias de muchachos y muchachas con decoro, como su Bernardo, ejemplo para la sociedad de buen chico y rectitud, y aunque a sus 30 años permanece sin novia, Paqutín no se preocupa, porque ahora se va todos los fines de semana a practicar deporte, así se lo cuenta a sus amigas sonriente; como no hay instalaciones en la vetusta ciudad de provincias, acordes con lo que Bernardo hace por culpa de los rojos, pues se va con unos amigos muy finos y educados de Valencia y hacen deporte en lo que ellos llaman la Sauna y es normal que se distraiga ha estado muy vinculado a la campaña y ahora toca relajarse. Y Paqutín dice que como madre solo desea la felicidad de su hijo, ya llegará esa chica buena educada y señora de su casa, sus amigas la miran con mueca y ella la comparte porque piensa que todas se alegran que la sociedad se ha alejado del camino torcido y viene una etapa de misa, procesiones y mano dura con los melenudos, los rojos y los inmigrantes. Termina el café con leche, vuelve a casa y como cada día mira en silencio unos minutos la verja del colegio Pierres Vedel.


 De la inserció d'aquest vídeo tot el merito li correspon a mi millor amic Àngel, ¡Gracies!