No recuerdo con precisión como
fue aquel día, quiero suponer que colegio, recreo, rutina, total con 6 años no
es que la agenda de uno esté repleta de actividades, aunque lo nuestro siempre
ha sido hacer muchas cosas, pero tampoco es momento de tirarse flores. Pero
supongo mal porque ese día era sábado y claro la teoría del colegio queda
automáticamente desmontada.
Era sábado y desde la noche
anterior estábamos en casa de la Abuela con ella y con la tía Reme, a media
tarde supongo que mi padre vino y nos contó lo que hoy celebramos. Bueno esta
introducción ha sido breve y concisa en la medida de lo posible para situar
cual preludio el desarrollo de la Ópera.
No pretendo enrollarme quiero
expresar sentimientos, quiero decir que mi vida es mucho mejor desde entonces,
que es evidente que las tensiones de compartir habitación son íntimamente
menores que la intensidad de conversar en ella, de compartir cosas tan
importantes como las piezas fáciles de Czerny o toda la colección de Asterix,
de compartir miradas, sueños interrogantes, momentos de dolor, momentos de
risa, compartir los gritos propios y los ajenos, ser el que grita y ser al que
gritan.
Es un recorrido que jalonan miles
de notas musicales, miles de armonías, de canciones, de pelis de sumas restas,
deberes cansinos, deberes divertidos, de juegos de ordenador, de play y de
compartir ropa o de soportar directamente como te la cogen sin preguntar. Momentos
donde cada fotograma es la sucesión de recuerdos la mayoría complicados, pero
donde la voluntad y la sonrisa han sido el jardín donde hemos mitigado llantos,
nos abrazado frente a penas y elaborado planes para ser felices.
Si hoy fuera yo el que pidiera un
deseo, este sería que todo lo que ocurrió aquel 24 de Febrero volviera a
suceder íntegramente, porque a estas alturas de mi vida, no pudo permitirme el
lujo de perder tanta astucia a mi alrededor, tantos pensamientos sólidos y
sobre todo tanto humor, porque partirse la caja es algo edificante en los
tiempos que corren y uno necesita a su alrededor risa, humor y sobre todo que
la gente se muestre tal como es, y eso es lo que más valoro de ti Bicho, que
eres tú y siempre has sido tú, que te creces y que ríes, te mueves, eres
solidario y haces feliz a los que te rodean siendo tú, eso vale mucho ahora mucho
más.
Y necesito, tu piano tú violín,
tu caótica agenda, tu basket y sobre todo tu capacidad de estar ahí siempre que
se te necesita con un pensamiento equilibrado pero disimulado de alguna de esas
socarronerías tan propias de tu parte más maña, porque aunque físicamente eres
del matarranya, ya sabes queen palabra
y obra eres totalmente vaquillero.
¡Felicidades Bicho, te diría te
quiero pero eso es poco para lo que siento por ti hermano!
Una vez le dije a una persona que
quiero mucho, que la música es como una niebla de colores, cada color es una
nota que te acaricia, y por eso cuando te pierdes en la niebla te pierdes en un
bello laberinto de caricias, por eso cuando la melancolía hace que te sientes
en el rincón de tu casa, te recojas sobre las rodillas y piensen donde te
gustaría estar en ese momento, que es en mitad de la niebla, siempre viene a mi
memoria Puccini.
Por eso estos acordes son como
una niebla, de deseos, de recuerdos, de colores en suma que hacen millones de
caricias, suaves como una yema que arde y respira bajo cero, como una piel que
a fuerza de ser piel se olvido del sol o la noche, del frío y el calor, se
olvidó de mis manos y mis suspiros.
La niebla puede venir llena de
Puccini, los colores pueden ser de Verdi, pero también tiene un purpura de
Berlioz y como no un trino de segundas llenas de Amadeus, aunque los miedos
vienen siempre precedidos con la reina de la noche. Hoy y ayer los míos están
llenos de trémoloswagnerianos, quizás porque
El Holandés errante me hace sentir tan pequeño…….
La niebla persiste y llega la
noche y entonces el infierno quiere tener su propia niebla con acordes de Carmina
Burana, con gargantas llenas de graves como si de misas ortodoxas se tratara,
unos compases de niebla en grises mientras los timbales se tornan en rayos de
tormenta, niebla agua, cuerda y arpa.
Al final la armonía de la niebla,
suave, a la par cálida y tersa, con un torrente imaginario que también tiene
color, como un cristal empañado que te recuerda la infancia, las manos de tu
madre, también cálidas y también fuertes y a tu mente vuelve Puccini, vuelve la
Madame Butterfly de la melancolía del aliento y el suspiro, vuelve y te llena y
te hace recordar esa tarde que la niebla envuelve la salida de clase, con la
funda del violín y tu madre que agarra fuerte con el color de un beso en mitad
de una niebla que siempre tiene color.
Esa noche como siempre el Ateneo
comentaba las palabras llenas de brío y entusiasmo de Pablo Patricio, incluso Tomasa
Teresa Callizo Calasparra esposa del Ministro dijo0 a todo aquel que la
quisiera oír, que Pablo Patricio Bardavío era nuestro Karajan español y que no necesita
ni batuta ni orquesta para afirmar que todo lo que él dice es cierto como que
solo hay una verdad en la fe. Así era Teresa Callizo, desde los años del abono
del teatro María Guerrero había sido muy dada a la intelectualidad, luego al casarse
con el hoy ministro aunque fuera de Obras públicas, le daba ya mando en plaza
para afirmar que Pablo Patricio era nuestro Olimpo en el mundo de la música.
Esa noche Pedro Pablo Bardavío
había disertado sobre las sinfonías de Bethoven, sobre la escuela vienesa con
profundo pesar en su rostro, se había lamentado de que España ese crisol de
azul del mar y caminar del sol, forjado en los albores universales y en los
dominios y las puestas del sol, atardeceres de grandeza y unidades de destino
en lo universal, careciera de música clásica, sí, con voz desgarradora dijo. “España
no tiene música clásica, la patria no tiene ese deleite del que si gozan los
europeos, señores, España no ha sido bendecida con ese reparto, injusto a todas
luces”
Algunos dicen hubo desmayos en la
sala, que algún caballero sintió de repente ganas de matricular a su hijo a su
nieto a su bastardo en el conservatorio más próximo ¡Que tragedia! La España de
Juan de Austria, Isabel la Católica y Viriato (nadie ose decir que no es
español) no tiene música clásica. Corrían las sales aumentaban los desmayos y
es que cuando Pablo Patricio asevera, la Cibeles tiembla.
Ni que decir tiene que la velada
era de rigurosa etiqueta, lo más in de Madrid acudía a la llamada de las sabias
palabras de don Pablo Patricio, allí esposas de ministros, directores
generales, clero de alto rango, nobleza y algún acompañante de provincias cuyo
pariente instalado en la corte y villa o Villa y Corte (creo que Villa juega en
un equipo de la corte) quería deslumbrar con estos encuentros.
Este era el caso de Abilio
Maluenda Torrelapaja, primo hermano de Consolación Gil Juberias, que a su vez
era esposa del muy importante Director General de Transportes por Carretera,
Abilio estaba en Madrid pro un tema de herencias que beneficiaba a su prima,
ambos naturales de Duruelo de la Sierra en la soriana provincia, resultando que
Abilio Maluendfa Torrelapaja era el organista de la parroquial de este rincón
soriano.
Y es que Abilio como buen
soriano, no deja nada al desperdicio, terminada la disertación le dijo a su
prima si podía intercambiar alguna palabra con don Pablo Patricio, a lo que
Consolación encantada con las noticas que le había traído su primo desde el nacimiento
del Duero acepto sin más dilación ¡Ay si consolación hubiera sabido! ¡Ay Ay ay!
Faltaba por escribir que la vida te da sorpresas pero eso años más tarde. De
momento en este Madrid de pose y boato aún no tocaba, y es que, Abilio,
preguntó al preclaro disertador porque no consideraba música clásica a Barbieri,
Bretón, Chapí, Falla, Granados, Turina, Guridi, Albéniz, Pedrell, Usandizaga o
Vicente Martín Soler, Pedro Patricio con aire de cortesano, miro con fijeza al
soriano, incluso se atrevió a cogerlo del hombro para decir sin titubear: “Esos
que usted menta son musiquillos, entres sus notas no sacamos dos líneas que
hagan algo decente” De tal rotundidad fueron sus palabras que algún
subsecretario tubo intenciones de aplaudir pero se moderó, ya se daba la vuelta
con rotundidad don Pedro Patricio, cuando Abilio que era de Soria y no dejaba
nada al desperdicio le dijo. “usted sabrá mucho, no seré yo quien lo discuta
pero le agradecería que me dijera porque no le gusta por ejemplo Martín Soler”
Que Abilio hablara en tono de pregunta interrogó a la concurrencia. Pablo
Patricio miró con desdén, con esa prepotencia que da el creerse uno y trino y
afirmó ¿Quién es ese señor, vive?
Cierto es que Abilió no sabía que
responder puesto que pensó que era en tono irónico la pregunta, pero más blanco
se quedó cuando descubrió que no, que era cierto como que el roble es firme en
los montes de su pueblo, Pablo Patricio no sabía quién era Vicenter Martín y
Soler o como dirían en Valencia Vicent Martín i Soler y eso abrió las carnes de
Ramoneta Tocino Benimaclet, esposa del Ministro de Marina y valenciana de
Meliana, quien antes de que Pablo Patricio reaccionara, le dijo en valenciano
de l’horta, aquello de que Martín i Soler era el Mozart valenciano ya se sabe
los valencianos y sus comparativas peculiares ( Nino Bravo para ellos era el
Tom Jones valenciano, Concha Piquer era la Betty Davis valenciana y que hace la
ONU en Nueva York pudiendo estar en Valencia, con sus flores, su Turia de Plata
y su Calatrava) Lo cierto es…… cierto como la vida misma, como, lo buenas que
están las naranjas de Almenara, como, que cuando Francisco canta el himno,
nadie lo canta mejor. Que allí comenzó el declive de Pablo Patricio, su
castillo de naipes se vino abajo, ante los exabruptos de Ramoneta, cuyo padre
había dirigido la banda de Almassera muchos años, pero muchos……….. por tanto
todos decidieron leer ir a clases de adultos antes de que el minsitro de
Educación que odiaba la educación las quitará, y Pablo Patricio fue expulsado
de estas veladas, sin que se sepa a ciencia cierta a que se dedica ahora,
varios dicen haberlo visto por las calle Fuencarral, mal vestido y en compañía de
un tal Adri, pero son rumores.
Por su parte que es parte importante
en toda esta historia, Abilio se volvió a Duruelo de Sierra donde siguió con
sus aficiones musicales, sin ser muy consciente de la que había montado en
Madrid, ya se sabe un soriano no deja nada al desperdicio. Así que años después
cuando se inventó internet y Abilio ya no se llamaba Abilio por que se había
muerto y su bisnieto Carlos salió del Armario en Duruelo de la Sierra y dijo
que la música clásica no le gustaba nada pero que como buen castellano leonés y
de la soriana provincia, se quedaba con Tomás Bretón que para eso era de
Salamanca; y es que ya se sabe cambiaran las generaciones, vendrán unos y se
irán otros pero un soriano no deja nada al desperdicio.