viernes, 15 de abril de 2011

La Leyenda del gran río

Cuenta una leyenda que en los albores de la estepa que riega el gran río hay una ciudad, es una ciudad que evoca a una mujer tumbada al sol, dejando una mano dentro del agua, que no solo juguetea, también refresca su espíritu, dicen que la ciudad fue fundada por unos dioses, que derramaron sobre la tierra un elixir de ambrosía, que al mezclarse con la tierra, dio origen al gran río, pero el caudaloso y ancho río, no solo daba agua a sus habitantes, también, mientras dormían les nutría de bellos pensamientos que por la mañana les ayudaban a contemplar la luz del sol con alegría, a que los colores penetraran en su retinas de una manera rotunda, era la fuerza del gran río.

Pero el río a cambio, se llevaba un sueño de cada habitante, un sueño con el que alimentar su largo recorrido hacia el mar, este intercambio que era visto con tanta naturalidad, fue representado con cuatro barras sobre la tierra ocre de la estepa árida que el hombre de la ciudad domesticaba cada año, Y así durante siglos, la armonía entre el río y la ciudad, hizo que todos los hombres y mujeres, fueran de tamaño de esa tierra, a la que con la generosidad del río hacían reverdecer una y otra vez, al norte de ese bello territorio, las sagradas montañas donde habitaban los dioses creadores de la magia de la ciudad, velaban el orden natural. Y al sur, un manto llano de color rojo, unía el fuego de las estrellas con las tierras del gran río.

Un negro día, invasores profanaron las montañas del norte donde habitaban los dioses, y mediante engaños y crueles asesinatos, diezmaron a los hijos de ese río aquellos que con sus aguas benefactoras habían entregado lo mejor de sus sueños al río de su vía, la sencilla representación de las cuatro barras sobre el ocre de la tierra, fue profanada y proscrita, y tres fajones la sustituyeron, el río dejó de entregar pensamientos, para solo llevarse sueños, pero estos eran vacíos, la ciudad, esa bella mujer tumbada en la orilla del río con una mano dentro del agua, ya no rezumaba juventud, era una vieja desdentada y de piel arrugada y negra, con piedras de colores en las cuencas de sus ojos, ya no se recogían pensamientos y se entregaban sueños.

Y dice una leyenda, que en la árida estepa donde reverdecer es cada día más difícil, había un músico que cuando tocaba las notas de su laúd, hacía que el río entregara unos pocos buenos pensamientos, y recogía unos pocos sueños. Un día una niña le preguntó al músico ¿Algún día el río volverá a darnos pensamientos todas las noches y a recoger nuestros sueños? El músico taño cuatro cuerdas y mirando con los ojos brillantes de lágrimas a la niña, contesto: Sí, porque somos vencedores de tanto olvido y la nuestra es memoria de eternidad.

Si le buscas bien quizás puedas verlo, es como tú y como yo, pero al él el gran río todas la noche, le da pensamientos y él le devuelve sueños, cuando rompe el crepúsculo tañe cuatro cuerdas, entre las montañas de los dioses y los llanos rojos del sur.