martes, 16 de agosto de 2011

SILENCIOS Y ANATEMAS



 

Debió ser muy evidente mi rostro, cuando me comunicaron que tenía que compartir habitación con Asier. En un fugaz instante de esos de novela, por la cabeza se me pasaron mil aspectos, negativos todos ellos. ¿Soportaré tanto silencio?, ¿Qué he hecho yo para compartir espacio con el caballero de la triste figura?. Es posible que el vampiro no sea yo y sea él, es muy posible que una noche me despierte y tenga una dentellada en mi cuello y que tras esa mirada perdida, compruebe a un Asier relamiéndose mi sangre, sonriendo (sería la primera vez que tal cosa viera), y desafiante poniendo todo su desden hacia mí su presa, en el asador del fuego de las eternas tinieblas.

   Aún estaba repartiendo besos, y Miguel, eficiente secretario, no dudaba en pasarme la mano por la espalda, buscando complicidad y demandando consuelo por el reparto de habitaciones.

- Didac, tranquilo ya veras como estás a gusto

- Eso es mucho decir, yo no estoy casi nunca a gusto con nada, ya me dirás como estaré en una habitación con un armario moviéndose de un lado a otro.

- Bueno (Miguel intentó tocar la fibra sensible), tienes que tener respeto por la timidez, no todo el mundo es como tú.

- Si todo el mundo fuera como yo, el mundo se habría acabado por agotamiento.

  Sabía que no podía cambiar la situación, saqué el Dídac práctico, cogí la tarjeta y los instrumentos, y me fui para la habitación, en el ascensor, Natalia, dos besos y el tema de siempre.

- No me haces ni caso, te escribo correos y ni me contestas.

- He estado enfermo

- Precisamente por eso, tendrías más tiempo libre, para escribirme, me tenías preocupada, estuve apunto de ir a verte a Valencia.

- No te hubiera dejado pasar de la puerta, en cualquier caso, ya me tienes aquí, durante 18 días me tendrás a dos metros, quizás tres, tranquila entonces.

- No se porque me preocupo tanto por ti

  Si hubiera que buscar una razón a tanta preocupación, sería que en el cuerpo de Natalia, vive encerrada una madre, de esas que no duermen, no comen, no viven, por saber en todo momento donde están sus hijos, Natalia es una madre en potencia de 20 años, claro a esa edad no es bueno ser madre, al menos en esta sociedad, ni en ninguna, pero ella es madre por naturaleza, es una excelente violonchelista, pero una madre, además una madre de esas de rulos y redecilla, cuando me dicen, que en el fondo lo que quiere es llevarme a la cama, siempre digo que no, que lo que le gustaría en realidad es meterme en una cuna y cantarme una nana.

   Ya en el pasillo, me voy hasta la puerta de la habitación, doy por supuesto que Asier ya habrá llegado, intento imaginar como será la escena cuando me vea aparecer, aunque si ha llegado el ya sabrá que soy yo su compañero de habitación, de todos modos pienso, por mi cabeza deambula un Asier en  sotana y con una Biblia en la mano, unas velas encendidas y esas ojeras circundando unos ojos clavados en mi entrada. Esbozo una leve sonrisa, y me digo a mi mismo, que como cerebro rayado el mío es puntero.

   Abro la puerta entre fundas de violín, bolsa del corte ingles, y mochila, la maleta la subirán después, vicios de Miguel ya comentado su rango de eficiente secretario, del oscuro pasillo a la habitación con luz y vistas al Escorial, aunque lejanas vistas, allí Asier, de pie, con la luz incidiendo en su uno noventa y unos ochenta kilos más o menos.

- Hola Dídac

- Hola Asier. ¿Qué tal el viaje?

- Bien

- Me alegro, voy a dejar trastos y a ducharme

    Tres palabras, empezamos bien, creo que me compraré una libreta en los chinos y empezaré a apuntar cuantas palabras cruzamos en los dieciocho días que vamos a compartir habitación. Y yo que pensaba que la gente que tocaba el Fagot era alegre, estamos buenos.

    Termino la ducha, me pongo la toalla, me encanta ir con la toalla en plan príncipe Hindú, bueno creo que al charlatán de Cantabria no le importará, aunque si le importa, que se vaya, total me da igual si esta es como si no estuviera, por cierto si no me suben la maleta no podré vestirme, ya empezamos.

- ¿A que hora es el primer ensayo?

- Después de comer, sobre las cuatro

- Yo tocaré un rato, te molesta Asier.

- No, ¿Puedo quedarme?

   Si pretendía, descolocarme lo había conseguido, yo que pensaba que saldría corriendo, ciertamente me quedé en el sitio, era como cuando Serafín Castedo, se quedó con la vara del trombón en la mano en aquel concierto de fragmentos de Fidelio, me dije a mi mismo – bueno si está calladito así no estás solo- por otro lado pensé, para tener los dos 21 años, que raros somos cada uno en su mente.

   Durante dos horas estuve tocando, Asier en silencio, mirando tras la ventana, solo la interrupción de las maletas, la mía más grande, al menos tenía ya la ropa, después de tocar dos partituras de Vivaldi, me quedé sentado en la cama. Asier volvió la mirada, me miró fijamente con esos ojos marrones que destacan sobre unas corneas blancas como la leche, estuvo unos segundos en silencio, mirando fijamente, confieso que tenía más desconcierto que miedo, bueno miedo ninguno, simplemente el tradicional “a ver por donde sale este”.

-  ¿Te importa que siga todos tus ensayos?

- No me importa, pero…. ¿No te aburres?

- No, me gusta escucharte, cuando me dijeron que compartíamos habitación me alegré

- Vaya

- Ya se que tú no, piensas que soy un coñazo, pero a mi me caes muy bien, porque eres diferente, pasas de mi y te importa un huevo que no hable.

- En eso tienes razón, bastante tengo yo con mi desmadre de vida, como para preocuparme si los demás hablan.

- Tu vida es perfecta, tocas bien, diriges bien, y además pintas y eres buen estudiante

- Mira Asier la perfección no existe y es bueno que no exista. Si yo te contara…..

    Se acerco y se sentó en la cama, por primera vez,  percibí cierto aire de seguridad, cierta necesidad de complicidad, extendió la mano y sacó de un portapapeles unas partituras, me las acercó.

- Quiero que les eches un vistazo, he trabajado duro en ellas, aunque no creo que tengan calidad, pero si me gustaría que tú me dijeras tu opinión.

    Cogí el violín y empecé a tocar, se lo había currado, era todo un trabajo canciones para un músico famosillo, estaba ilusionado y yo me sentí alagado de ser el primero en conocer ese trabajo, cuando terminé le miré, sonreí y le dije: Al final va ha tener razón Miguel y voy a estar a gusto. Asier abrió la boca y soltó una carcajada, yo en los tres años que le conozco jamás le había visto reírse así.

- ¿Nos vamos y nos tomamos una birra?

- Vale Dídac, pero joder vístete