El pasado 10 de agosto, Aníbal Jaisert decía con
tranquilidad que Contrapunto relativo su blog había terminado. En ese momento
que no por sabido siempre hay una cierta caricia de sorpresa, me limité a decir
un “descanse en paz” propio para los que se van pero que siempre se quedan
porque el recuerdo tiene ese formato de estrella que aunque apagada en los
confines del Universo sigue brillando.
Pero quería incidir más en el tema, tal vez lo
propio hubiera sido hacerlo en agosto, desgraciadamente a mi me soplan vientos
gélidos desde lo más alto del calor, así que entre idas, venidas, faltas de
inspiración y otros tormentos que no vienen al caso, no he podido, no he
querido no he sabido. Pero es algo que
deambula por la mesa del escritorio la funda del violín e incluso por las
estanterías del Vampiro; es por eso que en una tarde otoñal de Zaragoza y con
las patronales ya terminadas y no disfrutadas que no está la geografía ni los
ánimos para ello, me siento ante un folio en blanco para hablar de Contrapunto
relativo, lo hago principalmente porque es un blog que me ha gustado mucho, yo
que ni soy bloguero ni lo pretendo ni quiero que así se me llame nunca.
En la última configuración del escenario de
Contrapunto relativo una serie de mosaicos atesoraban los poemas, prosas y
opiniones y esa imagen ahora en el urbanismo final he de reconocer que siempre
me resultó atractiva, porque para mí esa ha sido la esencia: un conjunto de
arte musivaria, donde palabras, frases y estrofas han creado en ocasiones
jardines románticos, tal vez castillos encantados y sólidos muros de opinión
que me han hecho disfrutar y aprender. Es difícil encontrar palabras cuando se
quiere definir un universo que a la vez forma parte de infinitos universos, no
las buscaré simplemente hablo de momentos, lecturas agradables sabias palabras
que infunden una sonrisa esculpida en la cara; admiración también no la oculto,
me considero un admirador, y, valoro el trabajo en ese grupo de fragmentos que tanta
rotundidad han creado, que tanta sensualidad han respirado y que tanta
sensibilidad ha hecho correr como si de un torrente cristalino de los ríos del
sur, manteniendo el norte cambiara su rumbo imposible para llegar al frío
norte.
Es posible que no sea lo suficientemente justo
en la vida por esa deformación que tengo de ver todo con lo que el mundo mueve
y respira en las cinco líneas de un pentagrama, creo sin dudar que la música
como aglutinante a engarzado las delicadas miniaturas de orfebre que Aníbal a
plasmado en ese variopinto paisaje, muchas veces real con la canción oportuna
otras veces con la libertad sensitiva de quien lee al poeta y se deja mecer por
los vientos de la imaginación y por la brisa de unos acordes que son notas
transformando palabras y estrofas. Son tiempos de zozobra y claridad y poesía
nos son necesarios para esta travesía.
Mientras
escribo estas líneas escucho el Concierto para Violín y Orquesta, Opus
61 de Ludwig van Beethoven, me hacía falta rotundidad para escribir y verter
opinión hacia quien la tiene en esencia. La poesía es agua en el desierto es
una bufanda que respira cierzo y es también una piel entre sabanas arrugadas un
devenir de pasiones una nota en el piano de la luna, escribir y hacerlo con
amor a lo que se escribe es un caminar por esos desiertos y por dunas de
desasosiego donde el oasis nunca llega a tiempo de la piel joven, pero entre
cielos y mares y entre asfalto y diseño pijo, el poeta es alma que sacrifica
piel, sentido y mirada por lanzar al mundo su palabra aunque el mundo sea como
ese Sol que aún
no ha acabado de vender su futuro a la mañana como Aníbal escribía en esa maravillosa Rapsodia del Wadi Rum.
Me queda decir que palabra y música se hacen arqueología a fuerza de
resistencia a la niebla de los mediocres, como enseñanza duradera nos queda lo
escrito, animaría a convertirlo en una publicación sencilla como un
contrapunto, un equilibrio armónico entre las veleidades de la red y la
rotundidad del poeta como tantas y tantas veces dije. El poeta sacrifica su
propia entraña porque sus lágrimas nos hagan respirar.
Gracias
Hace tiempo que vi esta entrada y no sabía qué responder. Ahora tampoco sé que responder. Muchas gracias. Echo de menos conversar contigo.
ResponderEliminarEn todo caso soy yo quien te da las gracias, pero no entraremos en un dialogo de gracias mutuas, porque por fortuna las palabras y pensamientos plasmados superan cualquier formalismo. Yo también en este invierno mental echo de menos conversar contigo, mi correo es el del blog y me gustaría escribirte. Un abrazo poeta.
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