domingo, 22 de septiembre de 2013

OTOÑO EN SAGASTA


Alguna vez he pensado que cuando dejas una ciudad, todo lo que son recuerdos se almacenan en ese sitio en el que de vez en cuando se abre una caja y tu sonrisa es sinónimo de placer, al recordar ese momento concreto y esa sensación ya antes vivida. También soy de los que piensa que muchas veces es como un libro bonito y bello cuajado de imágenes tiernas y perfectas que forman parte la mejor de tus colecciones no solo las fotografías también lo escrito en ese imaginario libro.

La realidad es bien distinta, quizás debiera decir –mi realidad- es bien distinta, regresar a Zaragoza es como volver a un sitio que no por conocido no deja de ser algo que se torna extraño en alguna esquina, en algún jardín, en muchas calles y casi siempre y esto es lo verdaderamente sorprendente en la mirada de algunas personas.

Piensas que estás en tu territorio y te das cuenta que tú territorio cambia, lo cambia la luz que traes incorporada, la forma de mirar las cosas, las calles, las tiendas, que tus amigos no tienen el aspecto del día a día que tú conociste, que aunque la gente sigue quedando en la puerta de El Corte Inglés, esa gente no tiene mucho que ver con lo que t fuiste cuando tú fuiste ciudad o parte de esa ciudad en el día a día.

Incluso ese acento característico y sonoro, te parece diferente ahora, y eso es una señal fuerte de alarma. Sería cuestión de pensar y sacar alguna conclusión aunque muy probablemente todas serán ligeras y carentes de contenido. La primera es que yo ya no soy yo aunque mi casa siga siendo mi casa, con esto no contradigo a Lorca, lo admiro cada día más, otra posibilidad es que yo no sea yo porque han pasado 6 años desde que yo y el gran río formábamos inspiración imprescindible, ahora el gran río es un sueño que uno necesita casi contemplar todos los días pero ya no hay preguntas solo la dulzura del discurrir del agua.

Por otro lado, las circunstancias, que son como una casa de putas donde te despiertas siendo cliente, almuerzas siendo madame y terminas la jornada de chica de compañía, las circunstancias son una puñalada trapera que nunca te esperas y que llega por sorpresa para sacar ese estado de Catarsis don de hombre y precipicio tienen escasos momentos para dialogar y alcanzar soluciones.

Llega El Otoño al Paseo Sagasta, todavía todo parece en orden, todo parece encajado en ese decorado que ya era hace seis años y que sigue siendo, pero solo yo y el gran río sabemos que algo ha cambiado, que las cosas parecen pero no lo son o son y no lo parecen. El Otoño vendrá y yo entonces mi iré pero volver a estar en esta orilla ha sido como desempolvar esa misa barroca que un día emociono y dio grandeza y que poco a poco con el polvo de los años se ha convertido en concierto, porque aunque el templo sigue la escenografía es totalmente distintas.

Soy consciente de que muchos estarán rayados con mis silencios, con mi estar pero no estar, pido sinceras disculpas, sigo queriendo como quería, solo que sigo estando aquí porque más que pensar que me necesitan necesito yo estar aquí. 


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