Muchas personas
suelen asociar el clarinete como un instrumento de Banda, quizás porque
su misión en las partituras para banda es importantísima; en las bandas
predomina el viento y este es del viento, el más sutil. Sin duda estamos
ante un instrumento que tiene precisamente un sonido de aromas
envolventes como santo y seña.
Creo que el concierto
para Clarinete y orquesta de Mozart es una composición de gran belleza y
construcción de la armonía aunque no es ahora enjuiciarla técnicamente,
personalmente es una partitura importante en mi vida, y esto es lo que
hace que la haya elegido para esta semana de la música. Precisamente
porque hay una persona que ha sido un ejemplo en mi vida de tesón y
lucha por la música, pero también por otros aspectos de la vida que lo
hacen tan grande para mí. Se trata de mi abuelo Andréu al que no tuve la
suerte de conocer ya que falleció cuando mi padre solo tenía 4 años.
Mi abuelo era de
Valderrobres en la comarca del Matarranya, provincia de Teruel. Cuando
tenía 6 años e iba a la escuela pública se incorporó un maestro que
sabía música. Se llamaba Rafael y era de un pueblo de Castellón llamado
Nules. Don Rafael tocaba el clarinete y fue eligiendo a los distintos
niños de aquella escuela elemental para enseñarles solfeo y las primeras
lecciones de música. La conexión entre maestro y alumno a través de la
música fue rápida e intensa. Parece, por lo que dice mi abuela, que el
oído del pequeño Andréu era excelente y que en dos años había aprendido
solfeo con soltura y se manejaba bien con las notas del clarinete; y
solo con 8 años. Claro está que el clarinete era el de Don Rafael.
A través de los
contactos de el maestro con distintos músicos de Castellón, mis
bisabuelos pudieron comprarle un clarinete de segunda mano (tal vez
alguna más) a mi abuelo, que costó la nada despreciable cifra para
aquellos años de 97 pesetas del año 1934. Con clarinete parece que el
progreso de Andréu fue significativo, pero como poco dura la alegría en
casa del pobre, llegó la guerra y la guerra no solo afectó evidentemente
a mi abuelo. Claro está, todos los ciudadanos del país se vieron
afectados; ante el cariz de los acontecimientos evidentemente se acabó
la música y llegó la tristeza de cambiar el sonido de la notas por el
sonido de las balas.
Terminada la guerra y
ya con 14 años se acabó la escuela -a trabajar al campo-. Pero la
música es como una hada que cuando te rocía con polvo de estrellas no
puedes abandonarla y todos los sábados un interminable viaje en tren
hasta Alcañiz para seguir con las clases que un músico local daba al
módico precio de 1.50 pesetas. El viaje una odisea que mejor os lo
cuento en otra ocasión. Y así, Andréu y su clarinete de ocasión o tal
vez de varias ocasiones, le fueron acompañando a lo largo de su vida; de
hecho cuando tenía 20 años con el resto de compañeros de aquella
generación que había iniciado Don Rafael, crearon una primitiva Banda de
música en Valderrobres que poco a poco se fue disolviendo por ese otro
estigma que fue la emigración para tantos pueblos del Aragón más rural.
Andréu marchó a vivir
a Tortosa, y allí nacieron sus hijos mis tías y mi padre y trabajó
duro, formó parte de la Banda de Música tortosina, su gran pasión. Como
me cuenta mi abuela “el diumenge al matí, abans de sortir de casa,
tocava el clarinet i ens feia ballar a tots” .
Con 30 años se marchó
a tocar el clarinete entre las estrellas y las hadas. Os cuento que
tanto el clarinete traído desde Castellón como uno de nueva factura
comprado en Zaragoza poco antes de morir, los conserva mi abuela. Puedo
decir que contemplarlos es una emoción enorme.
Por último quiero
homenajear a Don Rafael. Como podéis imaginar, fue detenido tras la
guerra civil y enviado a un campo de concentración por rojo, y debo
decir que la intervención decisiva del párroco de Valderrobres evitó un
final trágico y consiguió la puesta en libertad del maestro. A cada cual
lo suyo y mi agradecimiento pues al Señor Cura. Don Rafael no volvió a
ejercer de maestro y acabó trabajando el campo en Castellón. Pero siguió
con la música a través de la Banda de Música de Xilxes de la que sería
director. Falleció en 1980. Mi recuerdo para él y todos esos profesores
anónimos que hacen de la música un vehículo para hacernos mejores y esto
quiero recordarlo ahora que estamos en esta zozobra de recortes sin
sentido que envilecen la enseñanza de forma mezquina.
Mi madre era de Valderrobres
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