domingo, 7 de octubre de 2012

¿Por qué te busco?


Romanza de Rosa, Los Claveles (1929) Zaruela en un acto múscia de José Serrano, Concierto Europa, Teresa Berganza 1993.



Era mi segunda visita al conservatorio, desde la primera solo han transcurrido dos días, y hoy seguía formulando la misma pregunta ¿Por qué? Me he cruzado París por los subterráneos, he entrado en el recinto con una ansiedad fuera de lo común, desencajado como si tras cruzar el umbral de esta puerta pudiera verlo, encontrar todas las respuestas; anoche reflexione mientras leía a Camus era una de esas noches donde mi cabeza va de lo indolente a un ramillete de penumbras de las que esperas la luz ¿Me estoy volviendo loco? ¿Mi obsesión me lleva en caminos entrecruzados entre la rabia y la locura? Me siento, busco el sosiego yo que apuesto por él en cada línea, en cada frase, buscando la perfección en un mundo que sigue desangrándose en locuras lejanas ausente de rumbos donde el saber y el leer son la metamorfosis perfecta.

He cruzado la ciudad entera y estoy aquí, anoche leía a Camus, luego unos párrafos de Borges y mis pensamientos apostaban equilibrio y ahora estoy aquí, con las piernas temblando, con la zozobra de mi carne en pleno compás, estoy aquí por segunda vez en dos días ¿Por qué te busco? Me he abandonado en la quimera, soy consciente de que las alcantarillas empiezan a estar plenamente abiertas para mí. No conozco a nadie, tan cerca de la música brillante y no conozco a nadie, no lo conozco y llevo dos días viniendo aquí, esperando que en cualquier momento una mirada un sonido abran la bella caja de los sueños, no sé si tengo una caja de los sueños o es la caja de los odios y las desesperanzas, quizás soy un Rimbaud, un hombre de llagas de sal en busca de un fuego que puede quemarme ¿Cómo he llegado a este momento en el que me abandono al fuego incierto? He cruzado París y tan solo hace dos días que ya estuve aquí.

Mi mirada empieza a perderse en esos pasillos, en esas filas de gente sin orden con un instrumento enfundado colgado en su espalda, entre personas de edades diversas, leños de un fuego que sé que puede quemarme, que quiero que me calcine; de repente un pasillo blanco, modernas esculturas, ansiedad, fuego, temblor ¿Por qué llevo dos días viniendo aquí? Me siento mal, me siento derrotado, mi mente zozobra, sí, ansiedad fuego, temblor; un tímido rayo de sol, de este sol parisino lleno de incertidumbres, bullicio, como si las notas musicales guardaran aquello que es vértice de mi intriga, de mi obsesión.

Esta es mi segunda visita en dos días, estoy en el pasillo blanco con los tímidos rayos de sol, temblor y una voz que acrecienta ese temblor, una voz suave dulce de mujer, una voz en perfecto castellano, una voz que percibo próxima, templada y serena, levanto la cabeza ¿Es la señal que persigo en cada visita? ¿Es la miga de pan en el camino del fuego? Ansiedad y temblor, noto como la piel se me eriza; serenidad y la mujer habla. Estimo que son unos 25 años, con sobrepeso, acento andaluz o tal vez canario ¿Por qué no lo descifro? Tan solo hace dos días que viene por primera vez, este pasillo me ahoga, un banco, el sol se esconde me siento, escucho.

La mujer habla, palabras que percibo propias de ese pasillo de ese lugar, calentar, concierto, voz, no templo mis nervios, no templo mi ansiedad, se pasea y habla, escucho palabras propias, clave, nota, Bartoli. Se despide: “Sigo con el ensayo ya sabes que es muy exigente se nota que es violinista”.

Me pongo de pie, nervios, fuego, temblor ¿Por qué te busco? La puerta está abierta, es una sala grande, hay butacas, hay personas sentadas en la primera fila, diez, veinte, treinta. Es mi segunda visita y desde la primera solo han pasado dos días. Un escenario, muchos músicos. Toman asiento, hay desorden, mi cuerpo tiene desorden, una chica se acerca “s'asseoir s'il vous plaît” estoy aturdido y me siento es la quinta fila o la sexta, no sé si hay diez o veinte o treinta personas en la primera fila sentadas; ahora más zozobra, más temblor, más fuego.

Los músicos están sentados, mi mirada sigue perdida en un infinito, yo no soy yo, mi yo racional entra en el descredito de lo indefinido, anoche leía a Camus y hoy de nuevo aquí y solo han trascurrido dos día desde que vine aquí por primera vez. Los músicos están colocados, hay murmullos, notas sueltas la mujer del teléfono emite sonidos, se prepara para cantar, ansiedad, fuego y temblor y una sensación de haberme convertido en aquello que más odio, un individuo plano.

Silencio, zozobra, no se sí hay diez personas sentadas en la primera fila o veinte o treinta, pero una voz retumba en la sala, una voz joven, grave un conjunto de palabras rotundas, en francés y en español. Supe que era él, estaba sentado en una silla alta, frente al atril, frente a los músicos, a su izquierda la mujer que cantaba, su espalda era todo lo que podía ver, instruía, señalaba, hacía gestos con las manos y seguía sentado, escuche su voz, me pareció distinta por el tono, escuche palabras propias del lugar, acorde, compás, entrada, Serrano, clarinete.

De repente silencio, su mano derecha levantada, su izquierda señala a la mujer del teléfono a la mujer que canta, y de repente, ansiedad, fuego, temblor, yo que anoche leía a Camus, yo que zozobro me veo ahora envuelto en más rubor, la orquesta suena y él permanece sentado, señalando, indicando, la mujer comienza a cantar, en español, no me centro, no me suena, es la segunda vez que estoy aquí y tan solo han pasado dos días desde mi primera visita, la melodía me envuelve, sabido es que me gusta la Ópera, la mujer canta maravillosamente, mis ojos siguen en las manos que dirigen y señalan, sentado en una silla alta, suena un oboe, creo que es un oboe, no lo sé y se pone en pie, la mujer arranca lo profundo de su garganta y escucho con nitidez entre la zozobra de mi alma “maldito sea mi sino maldita sea mi suerte porque te vi en mi camino y llegué a quererte”.

Estoy sentado nervios, fuego, temblor ¿Por qué te busco? Timbales, termina la música la mujer sube su voz de forma estremecedora, silencio, palabras en francés y en español, no sé si hay diez o veinte o treinta personas en la primera fila, hablan, ansiedad, fuego, temblor, estoy aturdido expectante, se da la vuelta, sabía que era él, siempre lo supe, lo miro; su ojos, esos ojos aguamarina, esos ojos distintos, siempre supe que tenía esa voz, siempre supe que estabas aquí. He cruzado la ciudad entera y estoy aquí, ansiedad, fuego, temblor ¿Por qué te busco?


3 comentarios:

  1. Vaya. Creo que me has sorprendido y mucho, en primer lugar este relato describe una angustia con mezcla de nervios y deseo, que un poco me ha alterado al leerlo, pero también es como si el buscado contemplara con tranquilidad fría esa busca, de verdad sorprendido incluso confieso que lo he leído dos veces.

    La otra sorpresa es Serrano, si a ti este compositor te hace muy poca gracia, es público y notorio, supongo que esta romanza sí te gustará o se ajusta a tu idea, y -como no- Teresa Berganza también es público y notorio que te gusta, yo esa admiración la comparto, por tanto eso se entiende

    Este escrito es algo distinto, para hacernos pensar, me ha gusta Dídac, Un besazo.

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  2. He sentido hasta angustia, recorriendo los pasillos con el personaje, y tengo también la sensación de que los hilos de esta historia tan distinta los maneja el buscado, es una percepción.

    Pero es fantástica la verdad, me gusta mucho el ritmo que le has impreso, y los detalles de tensión que transmite el buscador por así llamarlo.

    Un gran besazo

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  3. Agobio condensado, cuando lees esto entran ganas de pararte en tu delirio y forzarte a no ser existencialista. Pero, al mismo tiempo, uno desea ven el final de la obsesión que no es más que la misma pregunta. Me ha gustado. Un abrazo.

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