lunes, 17 de octubre de 2011

CATEDRAL, LABERINTO, HOMBRE

Un conjunto de calles trazadas al mediodía, hacían discurrir la sombra por las casas del casco antiguo de Amiens, el deambular era agradable, el sol de un otoño primerizo y las calles con sabor monumental -pequeñas plazas ajardinadas- una calle diagonal con árboles resistiendo el inminente desnudo forzado por el otoño y de repente, fastuosa como coronando un zócalo de soberbia amplitud como si la vieja Europa no se resistiera a que esos espacios se escaparan de su dote, la Catedral de Amiens. La visión de su gran portada impactó en mí como un rayo de tormenta otoñal sobre un esbelto ciprés; armonía, equilibrio, espiritualidad, como una sucesión  de armónicos capaz de atrapar todo lo que del sol emanaba en ese instante.

Durante una leve fracción, mi mirada se perdió en su puerta central, en ese juicio final, con el esplendor de un padre eterno dueño de una creación estratificada y administrada por unos pocos. Me sentí que era uno más en la tétrica fila que avanzaba hacia unos fuegos eternos que la piedra describía con calor ritual, y en el centro, San Miguel, todopoderoso Arcángel pesando las almas con evocadora magia hacia aquel Osiris venerado y superviviente en el mundo de los clásicos y que ahora transmutaba su iconografía en uno de los Lugartenientes de un cielo lejano. A ambos lados las portadas llamadas de San Fermín y La Virgen, como predela de armonía de una fachada que se eleva al cielo como un Babel de espíritu, para partirse en dos torres de desigual altura, porque para el medievo Dios es uno y trino, pero no dual.

Penetrar en la Catedral era un ansía y a la vez un temor, ese temor que en determinados espacios tu subconsciente percibe como un paso de una dimensión real a la dimensión de los imposibles, donde te sientes pequeño, donde el orden a modo de esfinge te desintegra con una vorágine de  enigmas. De repente la luz se hizo luz, la piedra se hizo piedra, recordé el miserere de Bécquer, todo era orden, todo era universo, todo tenía una fragilidad y la rotundidad de lo realizado para mayor gloria de un Dios, del que todo fluye y para el que todos los dones humanos deben estar al servicio de su glorificación. Estábamos frente a frente, la nave central y mis ojos, sus 42 metros de altura, su inmensidad que me recordaba cuan pequeños podían ser cualquiera de mis pensamientos, de mis ideas ante tamaño cosmos; intenté contar los módulos que con esa delicada crucería cuatripartita componía tan mayestática nave, era una forma de protegerme ante un fuego indiscriminado de belleza. Siete hasta el transepto que con genial orden establece los brazos de la cruz en la planta, cuatro más en la cabecera coronada con un delicado ábside.

Con fuerza intenté, concentrar la vista con orden, de nada servía mis intentos para que una partitura en mi cabeza, me devolvieran un cierto sosiego para poder contemplar con ritmo pausado lo que ante mi se presentaba ¡De repente!, la luz hecha luz se transformo, como si hubiera iniciado una gradación, mi mirada quedó fija en las impresionantes vidrieras. Articulación en delicado claristorio sensual, que suprime el muro y deja que la luz inunde la nave dando mayor auge a la espiritualidad que allí se pretende consagrar en cada oficio. Volvía a recordar ese dato que seguía grabado en mi cabeza, 42 metros de altura, un delicado esqueleto de tracería en piedra armaba cada vidriera con sutil marchamo, justo debajo un perimetral triforio,  recorriendo las naves y el transepto, ofreciendo todavía más orden a un poema sinfónico de piedras y luces.

Avanzaba con la mirada aturdida, comprobé con mi  llegada al crucero, donde transepto y nave longitudinal se ínter-seccionan, que había pasado una hora, allí debajo de ese espacio de crucería y terceletes que vislumbran la cercanía flamenca, imaginé la impresionante flecha de la catedral que sobre mí, cortaba el aire en su exterior, sus 142 metros de altura como otra Babel cómplice mirando al cielo inalcanzable, y en un instante dejé el mundo de las sombras por un momento, ante mí se presentaban los tres grandes rosetones de la catedral, el del brazo norte como un concertante que fuga colores a seis voces y cuya mirada era pura ensoñación, un esplendido conjunto cuyo circulo transportaba en lo universal y que delicadamente se intuía enmarcado por tres arcos ojivales en su exterior, el lado sur un conjunto de delicados pétalos y estrellas, donde los rayos del sol como edificante alquimia penetraban en la catedral con caprichosos colores, como mecidos por el espacio, atrapándolos y convirtiéndolos en atmósfera. De frente el de la portada principal, en ese instante recordaba el juicio final tallado justo debajo de su glorificada forma, imaginaba los rayos de un sol del este entrando en un invierno tenue e impactando con la celebración litúrgica y los cánticos del coro.




 Sentí la grandeza de la catedral en mi propia insignificancia, sentí su luz cegadora, el poder del hombre para entregarse a una inverosímil eternidad ansiada después de una vida de sufrimiento, pero sentí la necesidad de que el hombre convierta en paraíso lo que los administradores del cielo, mantienen como un  ponzoñoso valle de lágrimas. Habían pasado tres horas, miré el laberinto, miré la nave central y detuve mi mirada en la Santa Genoveva, que la revolución francesa había convertido en imagen venerada de la Razón. Recordé a Goya y sus monstruos, derivados de un sueño de la razón que dota al hombre de independencia de la capacidad de enfrentarse a si mismo en combate igual, sin coros celestiales, también recordé a Baudelaire, sus laberintos de piedra, el ser y sus miserias su anonimato, la catedral  pues cielo en infierno donde el hombre en su justa mitad es sublime y sórdido. Salí de la Catedral y miré a la gente, cada uno una vida y yo un espectador afortunado.

11 comentarios:

  1. Un viaje sublime, "el hombre es piel de laberintos", pues no me cabe ninguna duda, o mejor dicho todas las dudas que pueden caber en un hombre que escribe que no duda,

    Si a mitad de viaje me topo con Osíris, no me preocuparé del peso de la pluma; (pluma de condor, soy amigo de la montaña) le pediré mi corazón para arrojarmelo al sueño y seguiré hacia el laberinto...
    Naci trece días después de los fusilamientos de 1808, porque el que camina con el alma así como vos sabe que eso del pasado-presente-futuro es una cosquilla de Cronos y puede que al final del camino nos espere un minotauro de cruces,,, para reír tiernamente de todo, de las flores y del mal,

    Gracias, no es una buena semana, desperté en el laberinto de la duda y la distancia.
    Estoy yendo a los anillos, cuando me desocupe llegaré.

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  2. No puedo dejar de emocionarme, cada vez que te leo. Es muy bello todo lo que se puede recorrer a tu lado.

    M'hagués encantat, recórrer la catedral al teu costat, i poder veure amb els teus ulls verds, la llum i les pedres, el sublim que tant m'omple.

    Un petonet *Didac, els teus escrits em segueixen ajudant.

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  3. Juan Ojeda

    Es piel de laberinto si no es capaz de sacudirse, lo imperativo y lo socialmente correcto, para todo ello he recordado una palabra que recientemente alguien me mandó en un viento de duda, una palabra que es tesoro mismo de la Utopía, esa palabra es Anarquía, interesadamente asociada por los rectores sociales a desorden y caos, pero en realidad un campo de espliego y hierba buena, plagado de soles australes. Así se muda la piel del hombre y del alma.

    Un enorme abrazo desde la mitad de esta manzana que no puede rodar sin la otra mitad.


    Blanca

    Yo siento la misma emoción, de pensar que siempre que he escrito algo estás ahí la primera para leerlo, me he acostumbrado al cambio de gesto que se vislumbra al compás de cada línea.

    Saps si hi ha una cosa que em fa feliç, és que siguis el meu amic sobre totes les coses, que sempre tingui aquesta confiança amb tu, que segueixis sent capaç de sorprendre'm com ho has fet amb aquestes línies. Milions de gràcies!, per tot, per la teva primera fila, pel teu somriure, per les teves emocions, pels teus ensenyaments, per aquesta capacitat d'estimar-nos per igual als quatre.

    Un petó, no fa falta que et digui quant m'ajudes tu.

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  4. El hombre es laberinto, minotauro, Teseo y ovillo de hilo... es lo que tiene la vida y sus pequeñas cosas.

    Me ha gustado mucho como ha ido subiendo la intensidad en el relato ;)

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  5. Saiz

    ¡Muchas gracias!. Bien sabes que es un placer recibir tu visita, esperada y deseada. El relato pretende ser hombre o partitura, in-crescendo, hasta una melodía final de esas "pequeñas cosas".

    Agradecido por tu visita, bien lo sabes, un abrazo desde le Champ Élysée hasta la Plaza de España.

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  6. Me has llevado por un viaje iniciático a través de la catedral para culminarlo en la duda y el sinuoso laberinto que es a lo que nos debe conducir cualquier enfrentamiento con la razón. Has sabido combinar la luz de la alquimia, la ternura matemática de la cábala y la dimensión espiritual de la piedra con maestría. Y has logrado que todos te acompañemos finalmente al mismo punto, el de la observación de la vida. Es como un resumen poético del extraño libro de Fulcanelli "El misterio de las catedrales"

    Fantástico, un fuerte abrazo.

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  7. Aníbal

    La vida es la mayor de las poesías. La mayor de las historias las proporciona el hombre y sus laberínticas aptitudes, creando una esotérica senda hacia una razón que suele ser liberadora.

    ¡Gracias por tu visita! Un fuerte abrazo.

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  8. Hola, ante todo disculpas vine a leerte sin mucho tiempo y me decidí seguirte sin comentar.
    Ahora con tiempo te digo que me ha impresionado este texto.La descripción de la catedral, el sentimiento final de la soledad del hombre y al mismo tiempo el reconocimiento a su capacidad de crear lo sublime como Goya, como Baudelaire.
    Y como haces tú en este preciosista y antológico texto.

    Un saludo cordial.

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  9. Ya sabes que no suelo comentar por ese pacto tácito donde la cafetera nunca pregunta por las tazas del café, que generalmente son mucho más bellas que la propia cafetera.

    Si he de buscar una palabra que defina lo leído, esa no es otra que, elegancia. Eres elegante hasta aturdir, con magistral sello conduces al lector por el espacio y dotas de una virtud descriptiva cada detalle, con las líneas fundidas con las horas reales de tú recorrido narrado.

    Esa misma elegancia hace al hombre centro de su propia antropogenia, de sus laberintos, donde es preso de luz o tinieblas.

    Catedral, razón y alquimia, todo me transporta a esa definición platónica: “pues la medida y la proporción ciertamente resultan en todas partes belleza y virtud” como nos cuenta tú admirado Platón en el Filebo.

    Puedo aseverar que con palabras fascinas igual que con el arco. Un gran abrazo

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  10. CLOCHARD

    Estoy encantado con tu visita y muy agradecido por tus palabras. El hombre es soledad y en ocasiones admite de motu propio ser pantomima.

    Quizás debamos ser pacientes con esa capacidad de regeneración, de la que muchas veces es capaz, no solo para ganarse un cielo imposible, las más para ser consecuente con su propia condición de hombre.

    Un fuerte abrazo clochard

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  11. PERILLAN

    Jo si he conegut la cafetera perfecta, el càlid cafè de molts matins de sol temperat després de nits de lluna còmplice.

    No puc deixar d'agrair les teves paraules, puc dir sense por que si alguna elegància posseeixo, mai podrà aconseguir a la teva, que és paraula i obra. Que dir, són tantes les coses que necessitaria un text complet, si em permets faré referència allò que tant ens agradava als dos de la Metafísica d'Aristòtil “de l'art procedeixen les coses la forma de les quals està en l'ànima de l'artista”.

    Tinc la immensa sort, de poder observar a l'artista d'a prop, sense que la distància sigui obstacle insalvable. Tinc la sort de recordar aquelles abraçades sota una torre impossible plena de filigranes de maó i taulells.

    Els acords tàcits si es trenquen de tant en tant, són perquè hi ha cafès que saben a glòria. Un petó y en català com a tu t'agrada

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