Había sido un estreno tenaz ante
un público exigente, con la conciencia que exige que una coreografía traída de un gran
ballet ruso, merece ejecución plena de maestría, la que precisa esa estirpe de
grandes de la danza rusa. Un año de intensos ensayos, de análisis minucioso de
cada paso de cada movimiento en escena, de una coordinación milimétrica con la
orquesta a cuya batuta estaba el gran Daniele Gatti.
Las noches previas son una
vigilia, de pasos, de flexiones de un tránsito del calor al frio en cada
pensamiento, de nieblas en la pasión porque el miedo atenaza cada foutte o cada pas de deux. El Lago de los Cisnes es una fragancia de notas
musicales, de sutilezas y melancolías donde el bailarín absorbe en todos los
poros de su piel cada una de las hermosuras que deambulan por el escenario, las
sensaciones de cada movimiento son una emoción que se transmite, pero las horas
previas son esa tortura que solo la flexión del alma conoce en toda su realidad,
más aún cuando el papel a desempeñar en es compendio de belleza que nos lego
Tchaicovski es el de Rothbart, el
obstáculo para que el amor de Sigfrido y Odette pueda ser pleno y precisamente el sacrificio del amor es el que acabara con el
cisne negro.
El baile es amor, entrega y sacrificio. Es la pasión hecha estrellas en
cada movimiento, en cada sensual suspiro, en cada caricia, es un minueto
excelso de movimientos en las nubes de colores, en las noches de caricias, en
los atardeceres donde el sol hace danzar a las estrellas en un preludio de
colores fugaces y brisas con sabor a esperanza. La danza es junto con la voz el
laberinto más bello y hermoso de la armonía, donde en un paisaje de ilimitadas
sensaciones se escuchan desde la majestuosidad de las melodías de la cuerda, al
viento más majestuoso con las coloraturas que junto a danzar de los cuerpos del
bailarín son el resumen de la belleza de la música.
Esa noche Rothbart, brillo con la propia luz del gran bailarín
que atesora, brilló con la entrega que muestra no solo en su arte, en su oficio
de bailar, brilló porque forma parte de un firmamento de galaxias donde la
belleza de la danza lo bendice por su esfuerzo y por su trabajo, por su
tenacidad y su sacrificio, pero lo bendice porque es amor en estado puro. Su
amor es tan bello e intenso como el de Sigfrido y Odette, él es un sacrificio continuo en el amor,
cada día realiza los mismos sacrificios que los cisnes blancos por una
armonía que convierte la vida en un caleidoscopio de interminables formas de
felicidad.
Aquella noche El Lago de los Cisnes fue la constatación de la belleza,
la coreografía fue sublime, la ejecución musical estuvo plena de belleza, y
sobre el escenario Rothbart el personaje oscuro atesoró toda la luz de
la noche en cada uno de sus pasos, conmovió cuantas miradas estaban centradas
en la exigencia de un obra tan sublime, en cada movimiento convirtió en suyas
todas la notas y acordes que fluían de la orquesta, todas las melodías fueron
suyas, porque esa noche, el fue la Armonía perfecta, la que es capaz de hacer
de una mañana nublada un sol de rayos
resplandecientes que acarician con el calor que solo la belleza otorga con
tanta rotundidad
Que voy ha decir yo si la armonía es una de las bellezas de la vida. Y como reseñas sentimientos y música a una es algo que llena mucho y que decir de El Lago de los Cisnes, obra maestra bufff sin palabras para expresar lo que se siente con esa partitura.
ResponderEliminarFeliz año Dídac y más felicidades.
Es cierto la danza recibe la música con la belleza en un alto grado, es emocionante como te sumerges en bonitas métaforas del amor la música y la belleza y El Lago de los Cisnes es sin duda un trocito de esa belleza, el bailarín yo sé que es excelente en las tablas y en la vida.
ResponderEliminarMuchos besos y se te echa de menos.