viernes, 22 de julio de 2011

ADAGIO CARMESÍ




Tenía 11 años y me sentaba en el viejo puente, para escuchar las notas del río, mi mirada se perdía en las distintas formas que el agua creaba ante mis ojos, la corriente siempre ha sido para mí como un pentagrama perfecto, que acoge las notas, las mece, les da ritmo, y las percute para que generen el sonido que arrulla nuestros oídos. Dejaba perder la vista en ese infinito que el discurrir del cauce enmarcaba en mi retina, y soñaba con llegar a la ciudad de mi padre, esa ciudad de la que tanto sabía y que tan poco había visitado, esa ciudad a la que me unían tantas cosas, y que había sido como un cuento continuo, al que recurría en las noches que tardaba en dormirme; la otra ciudad del río, la de las piedras ocres, la del gran puente, la de la majestuosa Catedral que se clavó en mi mirada cuando yo aún llevaba pantalón corto. La ciudad de los paños, de las cintas y del agotador Autobús que nos traía desde Valderrobres.

Era como si en esa mirada, mis sueños volarán hasta allí, hasta la ciudad donde siempre está  Andréu, y escuchara su clarinete, envolviendo con su música el ir y el venir de gentes que cruzan el río, que ni siquiera son conscientes, que Andréu allí siempre está, elevando notas en clara complicidad con el cielo azul. Como si de un flautista de Hamelin se tratara, poniendo piedra sobre piedra, devolviendo a las viejas fachadas su esplendor, masacrado por el hombre y por el tiempo.

Me gustaba, pensar en ese clarinete, cuando miraba el gran río desde el viejo puente, me gustaba ver como cambiaba la luz de la tarde y comenzaba a oscurecer. En ese momento extrañaba los atardeceres rojos de la gran Turolix, pero me sentía bien, porque mi mente era capaz de organizar todo ese gran sueño, el río, la otra ciudad de las piedras ocres, los atardeceres rojos y el clarinete de Andréu susurrando un allegro de Mozart. Cerraba los ojos y allí estaba todo, las aguas discurriendo en una corriente de colores, la gran catedral, el rojo de los atardeceres de arcilla y la música, que se adaptaba a cada imagen como un manto de notas hecho de delirios. Otro sueño en cuya compañía atravesaba la calle Don Jaime, permaneciendo intacta cada secuencia al llegar al paseo Independencia y entrando en casa con la seguridad de escuchar un juego de timbales que siempre repetían sin cesar…………….. Dídac no tienes edad para ir solo por la calle… pero el sueño ahí estaba entero, percibiendo como el sol se escondía por las montañas y daba un último reflejo en el cauce que a la vez acariciaba a la ciudad que evoca a una dama tendida a su orilla, y, también a la ciudad de las piedras ocres, de los paños y las cintas. Andréu, cesaba de tocar para decir: “la semana que viene te espero”.

Y así cada semana, un sueño, construido de otro sueño, ¿No es la música también un torrente de agua?....Siempre lo he pensado, un arroyo no deja de ser un batir de cuerdas, de acordes, que armonizan los sentidos, por eso necesito ese arroyo, ese pequeño caudal que se convierte en música en mi mente, por eso necesito el río, el gran río y las dos ciudades la dama tendida y la bella Catedral de piedras ocres, y necesito esos atardeceres rojos en idílica geometría de ladrillos, como si el cielo se desgarrara cada vez y cada vez se cauterizara cuando el sol se esconde con la complicidad de las otras estrellas. Me gusta pensar en todos esos colores, en todas esas instantáneas y ponerles la música de Andréu, ese clarinete que acompaña a las nubes, y mece los vientos, ese clarinete que armoniza una partitura llena de estrellas y que tiene al sol como clave……..¡Gracias Andréu por ti estoy hecho de cuatro cuerdas!.

Luego pasan los años, pero esos sueños permanecen, el gran río contempla como poco a poco, la Nada llega a crear un manto, de sinrazones que se adapta perfectamente tu piel, ni siquiera Atreyu puede ayudarte, esa es una nada destructora que se presenta en forma de placer, en suspiro jadeante efímero, que te atenaza y te miente, que te presenta irrealidades que tú crees reales, la Nada es como un lobo de colmillos afilados que te hace creer que tú eres ese lobo, siendo un cervatillo a tu su merced. Son lo sueños lo único que te hace permanecer conectado a las piedras ocres, a las puestas de sol rojas ahora de dolor y al gran río, a la gran sinfonía, que discurre en perfecto compás ante otras miradas no contaminadas con la Nada ponzoñosa que hizo de mi un engreído dominador de papel.

Y de repente de la música interpretada por las aguas, en remanso, que acarician a la bella mujer tumbada en su orilla, a otro gran río, otra luz, otros colores, ¿Quimeras?. No…..otra sinfonía, que añadir a ese sueño, a ese discurrir a la ciudad de las piedras ocres y su majestuosa Catedral, otros acordes que añadir a los atardeceres desde el Óvalo, con fugas de rojo naranja y añil. Más música en ocasiones alegre, en ocasiones hermética y otras también tristes, pero el sueño parece casi total, al menos consigo entrar en armonía con todos los elementos, otro gran río, otra majestuosa Catedral y un gran Arco como puerta del delirio.

Ayer me senté en un banco, en la plaza de los Vosges, no tardó en sentarse a mi lado, una dama extraña, lucía un pamela decimonónica, pero una falda corta y unas botas de cuero, desplegó una sombrilla, me di cuenta, que llevaba unos finos guantes de encaje, su mirada era unas veces limpia, otras entusiasta y las más de las veces cansada, pero variable.

-Te estaba esperando Dídac.

- Lo sé, sabía que tarde o temprano vendría, tal vez yo también te esperara sin saberlo con certeza.

- La certeza es la suma de muchos acordes, deberías saberlo

De repente el cielo gris y plomizo, que nos envolvía dejo entrever unos rayos de sol, cálidos, tenues, casi inapreciables, la mirada de la dama se tornó más cálida, de su mano extendida me ofreció un minúsculo cristal.

 - Toma, nada debes temer aquí, ya conoces mi frío y mi música, ya conoces mis calles, siempre las has conocido, aquí batirás tus cuerdas, soñarás tus letras y forjarás tu arte, aquí el cielo será carmesí cuando tú quieras que lo sea, aquí llorarás lágrimas que serán nuevos cristales que acompañaran otros sueños, otras melodías y otras letras cuando tú te hayas ido.

El sol brillaba en la plaza de Vosges, era como si las nubes hubieran desaparecido, de repente en décimas, como si todos los colores se hubieran alineado por mandato expreso de un Ángel al batir sus alas. ¿Y la dama? …ya no estaba o si, es posible que todo lo que me rodea sea esencia de ella……… j'ai fortement serré le cristal et ai répandu ma première larme

sábado, 2 de julio de 2011

UN RÍO QUE NOS BRINDA PENSAMIENTOS Y SE LLEVA SUEÑOS AL MAR.


Todavía tengo sueño, todavía mis ojos están cargados por el peso de la tierra, esa que nunca toco, pero que me rodea de día. Quizás porque mis ojos quieren permanecer cerrados, así sin el impacto de la luz, la oscuridad se torna cómplice, es el momento en el que un vampiro en el viento puede percibir el vuelo de un hada de la árida estepa del gran río. El sublime momento en que todo se fractura en millones de colores, esos que forman una patria, sujeta por  los poderosos Atlas que transformados en mayos, son guardianes de mi universo de cuatro barras que son como las cuatro cuerdas que me dan constante eternidad.

Soy un vampiro en el viento y por tanto soy un personaje siniestro, pero lo que me da el cariz siniestro, es la tristeza, demasiado sol, demasiado vértigo constante, que me hacen triste, de repente una sombra, unos labios, un optimismo desmesurado, un apasionante silogismo que hace que tan pronto este en un laberinto de caricias como en un remolino de de afectos pasionales, y no pienso no percibo que el amanecer púrpura puede destruir el crisol de mi eternidad. Y yo, en el vacío de mis cuatro cuerdas, en el vacío de miles de letras por ordenar, yo presentando batalla a un nuevo elemento desconocido, apasionante, fuera de mis medidas, fuera de mis elecciones, sin la calidez de una barba blanca, de una sien plateada, de unos ojos plenos de experiencia, todas esas cosas que forman una un tapiz que adorna el recóndito cuarto de mi alma.

Y en el vampiro del viento comienzan los pensamientos, los buenos y los malos, aquellos que me sacan del laberinto de la pasión porque la carne es sencilla, y la tentación es un yunque donde un dios menor forja una espada. Y me da miedo el esperpento, me da miedo acabar siendo el vampiro derrotado. Me acuerdo de Mulan, aquellos nervios en la puerta del cine Palafox, esa ventana abierta a la fantasía, era el momento esperado, era la inmersión definitiva en las aguas del gran río esta vez de la aventura. Apretaba la mano de mi Héroe, y mi mirada brillaba con la excitación del momento, ojos brillantes, me había portado bien toda la semana para ese momento.

Anoche volví a apretar esa mano, pidiendo esa complicidad que los Héroes saben dar, porque forma parte de ellos, por eso son Héroes.

¿Qué te asusta, tú que eres parte de la sombra?

-Me asusta que estoy en una galaxia perdida, me he dejado mi osito de peluche, pero no lo hecho de menos.

- Me asusta moverme entre las sombras y que la luz me queme y me asusta que yo ya me despedí del gran río para siempre, y no creo que sepa volver a remontarlo.

El Héroe, fijó la mirada, en el vampiro, sus ojos azules expresaban el inmenso amor de su corazón, se pasó la mano por las ondas de su pelo rubio, y su sonrisa iluminó toda la estancia.

¿Quieres una flor del tiempo?

Sí, la necesito.

-Hablaré con Hora, aunque solamente tienes que mirar aquello que te seduce y decir: ¡¡Necesito tiempo!!, no eres cobarde eres un vampiro del viento y por tanto, no sabes andar en el mundo real, nadie te ha enseñado. Al menos en el mundo donde no preside la piel cargada de experiencia y las sienes plateadas que en parte te han forjado. Puedes quedarte a dormir, yo también necesito abrazarte y compartir tu desasosiego. Ahora la oscuridad te lleva allí donde quieres estar solo el amanecer te devolverá.